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Escapada a la Humantay: Aventura de altura

Foto del escritor: Escápate, peEscápate, pe

Crónica

Por: Ariana Gaillour Roman




Algo que lo que todo limeño siempre va a saber es que mientras se viva en Lima, la gris, son muy pocas las ocasiones en las que uno tiene la oportunidad de ver con sus propios ojos un paisaje que te deje verdaderamente sin aliento. Y nos referimos a la altura o la hora y media de caminata previa que se requiere para llegar hasta las faldas del nevado Salkantay, que sin duda alguna también atolondran nuestro sistema respiratorio costeño. En esta ocasión te invitamos a escaparte a un destino que no muchos suelen considerar al momento de planear una incursión al Cusco y que tiene la misma capacidad de Machu Picchu de dejar boquiabierto a cualquiera: La laguna Humantay.




5:00am - El bus pasa por nosotros, dejamos atrás la ciudad imperial y en aproximadamente una hora y media hacemos la primera parada para desayunar. Mucho mate de coca, muña y agua florida, son esenciales para aguantar la caminata. Una hora y media más tarde en bus llegamos al punto donde empieza lo bueno.



“A partir de acá solo se mandan los valientes”, amenaza la guia mientras ofrece el servicio de burro a las personas con sobrepeso, de la tercera edad o que simplemente no se consideran aptos. Por 80 soles todos se pueden ahorrar el mal de altura, la caminata, la escalada y un fuerte episodio de asma. La mayoría, sin embargo, prefiere quedarse y probar su propia resistencia.



Antes de partir hacemos el popular “pago a la tierra”. Una costumbre ancestral que todavía permanece en los cusqueños, desde el incanato. Cogemos tres hojas de coca que simbolizan el mundo espiritual de los dioses, el terrenal y el de los muertos. En ellas envolvemos un dulce que representa nuestras buenas intenciones como turistas. Una promesa a la pachamama de que venimos en “son de paz”, a conocer y disfrutar. Le pedimos por nuestro bienestar durante la excursión y enterramos las hojas con el dulce en la tierra. Solo después de esto, la guia esta preparada para iniciar la travesía.



Los primeros 40 minutos resultan especialmente pesados. Que la presencia del inmenso nevado no te engañe, frio es lo último que sentirás durante todo el camino cuesta arriba. Para esta parte del viaje se vuelve muy necesario que cargues contigo una botellita de lo que llaman “agua florida”. Solo hace falta un poco en las manos y aspirar su olor para despejar automáticamente tus vías respiratorias. Llevar una bolsita de hojas de coca en el bolsillo para ir masticando nunca esta de más, pero si algo no puede faltar en tu mochila ese día es una buena botella de agua. Por último, no te dejes intimidar por el ritmo de otros, para a descansar las veces que necesites. Al final de cuentas, el único camino a seguir es hacia arriba y las posibilidades de perderse son mínimas.




Una vez que has cuestionado la cordura de tu decisión al embarcarte en semejante excursión suficientes veces, empiezas a notar que cada vez queda menos pendiente que escalar. Hasta que detrás de un muro rocoso encuentras un paisaje de colores intensos que solo estás acostumbrado a ver en Google Imagenes o Pinterest. Entre gigantescos “apus” un pequeño oasis de agua cristalina que vuelve visible el verde de la orilla y el azul penetrante del fondo. Un pequeño paraíso en el que se respira el aire más puro, donde la belleza natural es bucólica y cautivadora. Eventualmente te das cuenta que es uno de los pocos momentos en tu vida en el que puedes sentarte por 45 minutos a admirar tu entorno y cuando lo haces llegas a una sola conclusión: valió la pena.



 
 
 

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